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¿Quién es Felipe A. Salazar?

En general soy una persona bastante simple, me gusta la montana y disfrutar del campo, pero hoy quiero contarte un poco más sobre mí, y cómo me convertí en fotógrafo de bodas.

Mi vida siempre ha estado ligada a las imágenes. Mi padre comenzó vendiendo dulces en un cine en el sur de Chile, y llegó a ser administrador del Cine El Biógrafo en Santiago, por lo tanto nací y crecí entre las máquinas en la sala de proyecciones viendo como la luz traspasaba el celuloide para proyectarse en una pantalla y contar una historia.

Felipe A. Salazar – Sala de Proyecciones Cine Arte Normandie 1994

En el colegio me caracterizaba por siempre intentar incluir alguna pieza audiovisual hecha con mi pequeña Konica con rollo o mi Hi8 en cada tarea. Tenía una extraña hambre por querer plasmar cualquier expresión o sentimiento con algo que se pudiera ver. Aun así, decidí continuar mis estudios en el área de Administración de Empresas en el colegio y no Gráfica como hubiese sido lo más lógico.

Fué en el 2013 en mi primer año de Administración Financiera que me tope con mi primera cámara reflex, se la compre a un compañero que necesitaba el dinero, e inmediatamente aproveche la oportunidad de seguir con mi manía tal cual lo hacía en el colegio. ¿Qué hacían 2 estudiantes de administración financiera actuando?. Bueno, “a Felipe se le ocurrió que la mejor manera de exponer sobre la teoría de McGregor era con un video”, así que expusimos y fué todo un éxito. El video original en YouTube alcanzó más de 10k el primer año (me lo bloquearon por Copyright de 10 segundos de una canción protegida, así que tuve que editarlo). Sigo con mi historia….


 

Seguí haciendo fotos y videos con mi camarita cada vez que tenía una excusa; cumpleaños, matrimonios, bautizos y cuanta reunión social se me cruzaba. Ese mismo año, conocí a Constanza a través de unos amigos que hice cuando viví en Argentina. Comenzamos una relación a distancia que duró 9 meses y como era de esperarse, en cada viaje, cada vez que tenía la oportunidad, fotografiaba su sonrisa para guardarla y recordarla cuando estuviéramos lejos. Descubrí que el amor se podía fotografiar, o más bien, que podía reflejar sentimientos en una foto. Comencé a fotografiar a parejas de amigos y cuando me invitaban a matrimonios, sacaba fotos a pesar de que habían contratado un fotógrafo. Me di cuenta de que las bodas eran un banquete de emociones: nervios, ansiedad, angustia, pero también de amor, paz, alegría incluso euforia.

Me casé el 2014 con Constanza, así que sé perfectamente lo que se siente y lo importante es que todas esas cosas queden registradas para recordarlas o compartirlas con otras personas, más aún cuando aquellas personas que nos acompañaron ya no están.

Trabajé en empresas de tecnología, en un banco y en una agencia de aduanas para uno de los retailers más grandes del país, pero ninguno de estos me dio la satisfacción de hacer lo que realmente amo y me hace feliz. Un día decidí dejar de nadar contra la corriente, y hacerle caso a mi corazón. Renuncié a mi trabajo y me dediqué a la fotografía a tiempo completo. No me podía seguir engañando y dejando que el tiempo pasara sin explotar mis habilidades en un campo en el que tuviera un sentido real para mí. Hoy gracias al legado de mi padre, la inspiración y el apoyo de mi esposa Constanza, y mi amor por la fotografía, intento contar historias que lleguen al corazón, relatando con imágenes los sentimientos únicos de una boda, uno de los momentos más especiales de la vida de una familia.

Permítanme contar su historia…

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